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Le�n, Gto., 3 de marzo del 2005. Mensaje del Gobernador, Juan Carlos Romero Hicks. Apertura del XXV Congreso de la C�mara Mexicana de la Industria de la Construcci�nSe�ores
directivos de la C�mara. Juan Mar�a Donoso, un escritor espa�ol, hace poco dec�a que hay que unirse no para estar juntos, sino para ser algo juntos, y seguramente, ustedes bajo esa convocatoria es para que el d�a de hoy se est�n reuniendo. Hoy escuchamos mucho hablar de diferentes t�rminos como el de la globalizaci�n, que ofrece oportunidades quiz� jam�s imaginadas, la decisi�n de ordenar la econom�a, adecuar marcos institucionales. Sin embargo esta globalizaci�n no siempre logra el rostro y el coraz�n humano, y nos coloca una doble agenda, la parte externa, caracterizada por la negociaci�n del libre comercio o mejor dicho del comercio libre en espa�ol, no libre comercio, tanto al nivel hemisf�rico como internacional, y sobre todo una agenda interna que tiene que ver con aspectos muy concretos, como lograr al menos tres grandes consideraciones: Primero, una econom�a competitiva con rostro humano; Segundo, el combate a la pobreza y la desigualdad social; y tercero la legalidad y el Estado de Derecho, y como dir�a Gabriel Said Estado de Derecho, no estado de chueco, que en ocasiones es lo que estamos padeciendo. Y frente a esto, quiero atreverme a compartir una reflexi�n de hace 13 a�os del educador jesu�ta Pablo Latap� y que tiene que ver con una imaginaci�n que �l tiene y que presenta en la Universidad Nacional Aut�noma de M�xico en el Coloquio de Invierno y que probablemente ustedes ya conozcan y bajo este riesgo la quiero compartir, porque �l se imagina un M�xico 50 a�os despu�s. Sin embargo, advierte muchos riesgos en donde si solamente tomamos en cuenta la parte material, habremos sucumbido a la mediocridad de no atender la parte espiritual, voy a citar directamente a Don Pablo en extractos muy se�alados, se imagina al M�xico de 50 y dice lo siguiente: Tuvimos �xito, hoy a mediados del Siglo XXI, la apertura comercial iniciada hace 50 a�os, ha logrado hacer de nosotros un pa�s moderno aunque a costa de tres d�cadas de sacrificios de los trabajadores, hoy M�xico es un pa�s, razonablemente incorporado a la econom�a mundial y se encuentra entre los pa�ses avanzados. Tuvimos �xito, hoy somos eficientes, logramos resultados, en la producci�n, organizaci�n y la convivencia, hay orden en las calles y en las universidades; hay limpieza, hay eficiencia en el gobierno, es el progreso. En las sociedades humanas a�n al interior de las familias, entre padres e hijos hay hoy una exigencia de pragmatismo, pero, y aqu� viene la advertencia, nos han quedado algunas al menos, cierta nostalgia de un pasado que perdimos en la transici�n. �Qu� perdimos?, Perdimos la misericordia, la piedad hacia los ciegos y hacia los ancianos, la familia extensa en que los nietos escuchaban historias incre�bles de los abuelos, tantas cosas que no eran eficientes. La poes�a por ejemplo, que en alg�n tiempo expres� los sue�os imposibles de los j�venes o capt� el encanto de la provincia, o invent� lenguajes in�ditos, ya casi desapareci�, y se pregunta qu� aporta un poeta al producto interno bruto de un pa�s. Fil�sofos que enga�en los l�mites y posibilidades de la existencia o que profundicen en la identidad de lo mexicano, tampoco nos son necesarios, porque hoy somos por fin internacionales, y el acceso al saber se puede comprar en un disco compacto por unos cuantos d�lares. Tuvimos �xito, lo cual significa que somos competitivos, la competitividad era necesaria, desde luego, para el desarrollo econ�mico y a�n para el desarrollo personal, pero no nos dimos cuenta a tiempo que llevada al extremo, ella es exclusi�n del otro, destrucci�n del que se nos opone. Tanto buscamos ser competitivos que nos perdimos mucho, la tradicional solidaridad, la de los vecinos, la del temblor de 1985, la de la pobreza, la solidaridad que enfatizaba que todos los hombres �ramos fundamentalmente iguales. Algunos dec�an que porque �ramos hijos de un mismo Dios, otros que porque somos hijos de la misma tierra; la competitividad inculcada hoy en las escuelas y vivida en los negocios, entroniza el principio de la supervivencia en el m�s apto y la eliminaci�n de los m�s ineptos. Hoy somos competitivos, desaparecieron de nuestro territorio las costumbres ind�genas que de alguna manera eran un testimonio de la posibilidad de competir y nos educaron a todos en la solidaridad, las faenas colectivas, las decisiones por consenso en las asambleas de las comunidades, el trabajo en com�n de los ejidos y las mayordom�as que nivelaban peri�dicamente las posturas para todos; desaparecieron las tandas como sistemas de ahorro solidario y las peregrinaciones a los santuarios en que todo se compart�a entre los peregrinos. C�mo ni iban a desaparecer, estas costumbres ind�genas si hace tiempo desaparecieron tambi�n nuestros ind�genas. Tuvimos �xito, y hoy somos m�s racionales, las fiestas de los pueblos con su derroche de cirios y cohetes se fueron acabando y con ello, no nos dimos cuenta a tiempo; se extingui� el antiguo sentido de celebrar la vida, perdimos con las fiestas populares, los danzantes, los juegos y las golosinas, la picaresca de las carpas y las calles, los colores chillones, los trajes t�picos, las canciones apasionadas y las artesan�as; no nos percatamos de que hacernos racionales, tan racionales, era perder un gran pedazo de nuestra alma, las fantas�as, las ilusiones, las utop�as. Se acabaron las loter�as, los judas del S�bado Santo, la fe en los milagros y las hierbas medicinales. Ser m�s racionales implic� que perder�amos, �por qu�?, Se pregunta, porque tuvo que ser as�, la necesidad de la esperanza. Tuvimos �xito, cre�mos en la solidaridad del mercado, el gran mercado internacional, y el venal de dinero que lo mueve, eso era y lo dijimos, lo bueno del capitalismo; habr�a abundancia, consumo, flujo de dinero, lo cre�mos y lo hicimos. Pero no supimos, distinguir a tiempo que la fuerza que mov�a todo el engranaje, el lucro, era una fuerza devastadora que acabar�a por corroer muchas cosas inestimables. Nuestros ni�os y j�venes se educaron en la motivaci�n de la ganancia y en el deseo de tener, y hoy somos tan pobres que no tenemos m�s que dinero. El mercado nos provey� de innumerables bienes innecesarios, pero no de los m�s importantes que no se compran, ni se venden. Si entramos a la civilizaci�n moderna, la que est� sometida a la riqueza material como valor supremo, y nos quedamos sin proyecto humano, sin ideales, con la m�nima y pragm�tica moral de convivencia que requiere el sistema para funcionar. Se nos dice que somos ya parte del mundo libre y que la libertad es la esencia de este nuevo orden internacional, podemos s�, escoger entre muchas marcas de jabones, pero no era todo lo que perdimos; condiciona otra libertad m�s profunda, la libertad de nuestra cultura mexicana, la libertad ante el ministerio con sus angustias e incertidumbre, la que estremec�a a Netzahualc�yotl y a Calder�n de la Barca, nuestras ra�ces, la libertad de la trascendencia, la de seguir siempre buscando lo que somos. No entregamos como oro, por cuentas y vidrios, esta libertad y este riesgo de ser hombres a cambio de tener muchas nuevas marcas, y contin�a la reflexi�n... Esta lectura, que a m� me inspir� mucho hace algunos a�os, nos deja hoy verdaderamente el mensaje que de que hoy s� le tenemos que dar la bienvenida a la competitividad, pero no arrasando con lo m�s importante que tiene este pa�s que es su coraz�n y que es su alma, la del esp�ritu. Muchas veces nos fijamos en las cuentas nacionales y por supuesto que es importante el producto interno bruto de un pa�s, pero m�s importante que eso, son las cuentas del esp�ritu, las cuentas del alma, las cuentas de la familia. Cu�nto vale, por ejemplo, la creaci�n de un empleo, cuanto vale el sue�o de una madre que no tiene la integraci�n y el apoyo de su familia y que tiene que salir a mendigar dinero porque no encuentra como garantizar, educaci�n y salud para sus hijos; cu�nto vale el sue�o frustrado de un joven que no encuentra ese tiempo de realidades, y es en donde nos tenemos que preguntar como sociedad y como gobierno, que tenemos mucho por realizar, y hoy tenemos, entre otras tres grandes misiones: Primero, lograr los grandes acuerdos de este pa�s, las reformas de las que todos platicamos, pero que frustrantemente no hemos podido ubicar en los grandes acuerdos nacionales: la reforma estructural energ�tica, laboral, la de la hacienda p�blica, educativa, la reforma del Estado, tantas reformas. Segundo, el fortalecimiento de las instituciones, la familia, los sindicatos, las cooperativas, las iglesias, las empresas, las c�maras empresariales, las universidades. Y tercero, evidentemente que un mayor marco de legalidad y de Estado de Derecho. La legalidad nos tiene que decir, como lo se�alaba ayer el Jefe del Estado mexicano, que nadie puede estar por encima de cualquier protagonismo, de que vivimos bajo el imperio de la Ley, de que la Ley es la conciencia social de una sociedad y que ninguno de nosotros es mejor que el otro y nadie puede pedir excepci�n, sino que tenemos que ir al encuentro con los dem�s. Y es lo que la democracia no est� diciendo hoy en d�a, queremos todos esta democracia, eficaz, una democracia socialmente responsable, una democracia que nos d� a todos mejores condiciones de vida y es donde yo creo, frente agoreros de la tormenta y la mediocridad del fracaso, que este pa�s s� tiene futuro; y tiene futuro porque hay coraz�n particularmente de ustedes como emprendedores que con polvo sudor y l�grimas vienen a crear lo m�s grande que puede dar la riqueza, que es crear un empleo, y hoy en ese sentido, quiz� lo que tenemos que hacer es mirar m�s hacia los dem�s y mirar menos hacia nosotros mismos. Octavio Paz, lleg� a escribir que llegar� el d�a en que los mexicanos ya no conjuguemos ese yo tan arrogante y tan terriblemente individual, llegar� en que ya no conjuguemos en ese t�, que suele ser tan amenazante y tan acusador; tarde, llegar� ese d�a en que los mexicanos decidamos conjugar en nosotros y entonces estaremos concientes de la fuerza y la capacidad que siempre hemos tenido. Hasta aqu� el Premio N�bel de Literatura. Y que por cierto, como dir�a el doctor Latap�, �Cu�nto vale la obra de Octavio Paz en el Producto Interno Bruto de un pa�s?. Y nosotros coincidimos tambi�n con un gran tabasque�o, con Carlos Pellicer que nos dice lo siguiente: La patria necesita aquellos hombres que le hagan ver la tarde sin tristeza, hay tanto y lo que hay es para tan pocos, se olvida de que la patria es para todos, si el genio y la belleza entre nosotros fue tanto y natural que el recuerdo del hombre en otros d�as nos comprometa a ser mejores. La patria debe ser nuestra alegr�a y no nuestra verg�enza por culpa de nosotros. Es dif�cil ser buenos hay que ser h�roes de nosotros mismos. Y hablando de hero�smos y hablando de testimonios, M�xico esta lleno de personas sencillas, honradas, responsables que se levantan todos los d�as, que se ven a los ojos y que hacen las cosas como Dios manda y que est�n haciendo verdaderas construcciones importantes. Pong�mosle precio y el valor de la contribuci�n de una madre al educar a sus hijos, o pong�mosle el precio de un empresario que como ustedes que se la juega todos los d�as, que le quiere decir al mercado, quiero ser socialmente responsable y quiero hacer un pa�s m�s grande; y en el testimonio de Jorge Videgaray que anoche reconocimos y hoy lo vuelvo a hacer, o de Nacho, nuestro presidente de la C�mara local, de Daniel que encabeza los trabajos del Congreso, de Netzahualc�yotl que le hemos dado la bienvenida y de tantos empresarios, yo s� estoy convencido que este pa�s, tiene rumbo, tiene futuro, tiene fortaleza y tiene coraz�n. Manuel G�mez Mor�n, en alguna ocasi�n lleg� a se�alar que este pa�s puede tener diferencia de inteligencias, pero no disociaci�n de corazones, y este coraz�n, pong�mosle valor y pong�mosle compromiso. �Cu�nto vale el amor que tiene este pa�s?�, �Cu�nto vale su sacrificio?, �Cu�nto vale lo aqu� est�n haciendo ustedes el d�a de hoy? Por eso, s� a la competitividad, pero con rostro, con coraz�n humano, con nada que transgreda los principios fundamentales, as� y aqu�, por el fuego y por la esperanza, como dir�a Miguel Mart�n Bolon Catal�n que ning�n futuro madura si es angustia, que ning�n presente se construye sin lo que sembraron. Ustedes son historia, presente y futuro de un M�xico que conf�a en ustedes. Gracias por venir a Guanajuato |
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