Una nación que destruye sus suelos, se destruye a sí misma, afirmó Roosvelt.
Desafortunadamente este panorama no ha mejorado, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señala que una tercera parte del suelo a nivel mundial está degradada y altamente degradada.
En el caso de México, más de 142 millones de hectáreas se encuentran en proceso de degradación física, química y biológica, lo que significa que 75 por ciento de la superficie de nuestro país tiene algún nivel de degradación.
Por ello, es crucial conservar y restaurar los suelos, pues son matrices que generan otras más, albergan millones de microorganismos y logran procesos complejos, para producir servicios ecosistémicos como la captura de dióxido de carbono.
El cuidado de los suelos permite almacenar y limpiar el 95 por ciento del agua de los alimentos que consumimos y es fuente de compuestos medicinales.
México también es diverso en este tema, cuenta con 26 de los 30 tipos de suelos que se tienen documentados.
La restauración de los suelos, su conservación y manejo sostenible son claves para la estabilidad de los ecosistemas, la transformación de los sistemas agroalimentarios y mejorar nuestra salud humana.