
Grupo Carso, conglomerado propiedad de Carlos Slim, el empresario más acaudalado de México y América Latina, reveló que Petróleos Mexicanos (Pemex) le debe más de 700 millones de dólares por servicios relacionados con la industria petrolera. Esta cifra representa una deuda acumulada por parte de la empresa productiva del Estado que, en algunos casos, lleva más de dos años sin ser pagada.
Durante una llamada con inversionistas, realizada con motivo del reporte financiero del segundo trimestre de 2025, Arturo Spinola, director general de Administración y Finanzas de Grupo Carso, señaló que la mayor parte de la deuda se concentra en servicios de perforación, soporte técnico y tareas integrales en campo, fundamentales para las operaciones upstream de Pemex.
Spinola puntualizó que una tercera parte de la cartera de Grupo Carso está comprometida con Pemex, lo que implica un riesgo financiero relevante para la compañía de Slim. Lo más preocupante, añadió el directivo, es que muchas de esas deudas ni siquiera están formalmente reconocidas por Pemex, lo que complica aún más su cobro.
Esta situación no es nueva. Pemex enfrenta una crisis de liquidez y una política de pagos diferidos que ha afectado a cientos de contratistas en los últimos años. En repetidas ocasiones, cámaras empresariales como Coparmex y asociaciones del sector han denunciado prácticas como solicitudes de moches para liberar pagos, procesos burocráticos opacos y falta de reconocimiento de adeudos ya devengados.
A pesar de que Grupo Carso ha sido uno de los principales aliados privados de Pemex, participando activamente en contratos de servicios integrales de exploración y producción, la falta de pagos ha encendido las alarmas incluso entre sus socios más sólidos. La revelación llega en un momento crítico para Pemex, cuya calificación crediticia está en entredicho, y justo cuando el gobierno federal anunció operaciones financieras extraordinarias para sostener sus obligaciones más inmediatas.
La deuda con Grupo Carso refleja el deterioro estructural de la relación de Pemex con sus proveedores y siembra dudas sobre su viabilidad operativa sin un cambio de fondo en su modelo financiero y contractual. La urgencia de una reestructura más transparente y eficiente es ineludible.