
En un entorno de cambio climático, transformación digital y presión social sin precedentes, las empresas han entendido algo crucial: el futuro no se negocia, se construye. Y en esa construcción, la sostenibilidad es un cimiento.
Este cimiento lo han adoptado más de 500 grandes empresas mexicanas, que fueron reconocidas con el Distintivo de Empresa Socialmente Responsable (ESR), otorgado por el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi). Lo que comenzó como una insignia, hoy se ha consolidado como una herramienta estratégica, una guía de gestión y un estándar ético.
Lograr el ESR no es una campaña de marketing, es una certificación que exige documentar políticas anticorrupción, inclusión, reciclaje, transparencia, bienestar laboral y gobernanza corporativa. Cada empresa debe mostrar no solo acciones, sino resultados verídicos.
El distintivo ha funcionado como una brújula interna, impulsando a las organizaciones a revisar sus procesos, conectar su estrategia con la Agenda 2030, reducir sus emisiones, replantear sus cadenas de valor y redefinir que es lo que significa el éxito en el mundo actual.
Obtener este distintivo no es una obligación por ley, sin embargo convence a las empresas por visión, premia a la evolución de las mismas y resulta un acto de responsabilidad inteligente. Lo podemos ver como un requisito de permanencia y no como un valor agregado.
La edición del 2025, deja en claro que el cambio no viene desde afuera, está siendo impulsado por empresas que decidieron involucrarse con el futuro. Porque el liderazgo en la actualidad, ya no se mide en expansión, sino en impacto.